lunes, 28 de diciembre de 2009

Michael Jackson, una estrella en el cielo


Aquel día, Michael Jackson, quien a los trece años su voz, con un rango que se extendía hasta cuatro octavas y que lo consagró como uno de los cantantes más talentosos naturalmente, murió por ingesta de propofol, lorazepam y midazolam.
Quizás no se puede ser tan famoso sin la exposición mediática del lado oscuro del talento, sin los escándalos que en el público generan polémica y tomar partido.
¿Cuánta popularidad de Jackson se mantuvo en el cambio de color de piel, las demandas por abuso sexual, el reino infantil que tuvo por propiedad, la explotación de su padre, etcétera? Las masas necesitaron un personaje para hacerlo su ídolo, para amarlo como a un dios entre los vivos, un humano al fin y al cabo, un hombre tan talentoso como monstruoso, creador de las canciones, los videos y los conciertos más perfectos que ha habido, y que pagó 23 millones de dólares a una familia para olvidar una demanda por abuso sexual a un infante.
Michael Jackson llegó en todos los aspectos más lejos que nadie, sus logros artísticos -paralelos a la controversia de su vida personal- lo ubicaron en la cima del planeta para ser el hombre más célebre del entretenimiento.
El artista más masivo que el mundo entero ha tenido editó, en 1982, el disco más vendido de todos los tiempos: "Thriller"; vendió en total 750 millones de discos, ganó alrededor de 405 premios, aportó 300 millones de dólares en donaciones para 39 organizaciones de beneficencia, fue el primer artista en hacer pequeñas películas artísticas en vez de videos musicales promocionales, fue el primer individuo de raza negra en protagonizar la programación de un canal de video de artistas blancos (convirtiéndose él mismo poco a poco en uno de ellos). El niño de voz brillante que en 1972 debutó con "Ben" evolucionó en quien redefinió el espectáculo, reinó la cultura popular, la fundó y consolidó.


Llegó a los ricos y a los pobres, y a pesar de haber cambiado de color y de todas sus controversias, cambió la vida de miles de millones de espectadores que lo escucharon cantar o lo vieron bailar alguna vez.


La veneración póstuma que le ha cultivado el público de todo el mundo no olvida el morbo alimentado durante años, pero se entrega al ideal de perfección que Michael Jackson encarnó.

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